Dr. Julio Díaz, Instituto de Salud Carlos IIIEs evidente que desde que se produjo la ola de calor del año 2003 en Europa se ha producido un gran avance en el conocimiento de cómo los extremos térmicos afectan a la salud de la población, pero aún sigue habiendo discrepancias en el seno científico que afectan a cuestiones tan básicas como la propia definición de ola de calor. Este mayor conocimiento ha traído en paralelo el planteamiento de cuestiones de gran importancia para el establecimiento de los Planes de Prevención como medida de adaptación ante estas temperaturas extremas: ¿Las temperaturas a las que se articulan los Planes de Prevención se mantienen constantes en el tiempo? ¿Cambian los impactos en salud como consecuencia de las variaciones sociodemográficas? Por otro lado, y para el caso del calor extremo, se está avanzando en el conocimiento de los impactos que otros factores ambientales, concomitantes con las altas temperaturas, pueden tener sobre la salud de la población como es el caso de las intrusiones de polvo sahariano o la advección de material particulado como consecuencia de la combustión de biomasa en los incendios forestales. Ante el cambio climático presente urge dar respuestas a estos interrogantes que se plantean y que van a ser claves a la hora de articular las medidas preventivas necesarias para minimizar los efectos que estos factores ambientales tienen sobre la salud de la población.