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“La cumbre de Paris: un éxito de la política climática”, Dr. Ibon Galarraga


Con el texto recientemente aprobado, ayer sábado en Paris a las 19:00 horas, es aun pronto para análisis muy detallados del mismo. No obstante, comparto el entusiasmo generalizado porque lo que ayer se consiguió significa, sin duda, un hito muy importante en la política climática global. Sobre todo porque, además de lograr avances muy importantes en cuestiones concretas, el acuerdo va a posibilitar, a mi parecer, el desarrollo, seguimiento y un aumento de la ambición de la política climática en los próximos años. Cualquiera que haya seguido las negociaciones estos años es consciente de las enormes dificultades para lograr avances, y seguramente compartirá conmigo que se ha logrado bastante más de lo que muchos analistas esperábamos.

Si antes de la cumbre decíamos que eran, al menos, cuatro los frentes en los que necesitábamos observar avances para poder interpretar la cumbre como exitosa (“un acuerdo vinculante o similar”, “aprobación de los INDC”, “avances en los compromisos de financiación” y “referencia a nuevos sistemas de gobernanza”), revisado el texto, creo sinceramente que se ha avanzado sustancialmente en cada uno de estos apartados, y en algunos más.

Pues bien, por primera vez en la historia de las negociaciones climáticas nos encontramos ante un acuerdo de carácter vinculante (pendiente de ser ratificado el año que viene y que deberá ser “incorporado” en las legislaciones nacionales de cada Estado) que compromete a la casi totalidad de los países (186 de los 195), y a más del 95% de las emisiones del planeta. Este hecho sin precedentes deja atrás la visión del Protocolo de Kioto que sólo comprometía a los países llamados desarrollados permitiendo que los demás países estuvieran exentos de obligaciones.

Nos encontramos también con que el acuerdo define un sistema de revisión y monitorización del grado de cumplimiento de los compromisos adquiridos (los llamados INDCs) que es el mismo para todos los países, que reúne la característica de ser transparente y que se realizará cada 5 años, con una primera revisión el año 2018. Este mecanismo podría permitir avances muy importantes en futuros compromisos.

En tercer lugar, el acuerdo recoge, de manera firme, el objetivo de que la temperatura media del planeta no supere a final de siglo los 2ºC en relación a la era pre-industrial y considera la posibilidad de lograr un objetivo de 1.5ºC (un objetivo este último muy poco realista si se tiene en cuenta la senda de emisiones hasta la actualidad).

Estos tres ingredientes por si solos suponen un avance muy importante respecto a la situación de estancamiento en la que se encontraban las negociaciones estos los últimos años.

En materia de financiación, el acuerdo recoge el objetivo de movilizar, como mínimo 100.000 millones al año a partir del año 2020 para poder ayudar a los países en vías de desarrollo, y deja claro, al proponer el reparto de los esfuerzos para dotar el fondo, que algunos países han dejado de ser considerados países en “vía de desarrollo” por lo que requieren realizar aportaciones superiores. Estos compromisos se revisarán el año 2025.

En materia de Gobernanza, el acuerdo hace un requerimiento especial al referirse a la necesidad de integrar las políticas climáticas a todos los niveles y para todas las políticas, sean los mercados de emisiones u otras políticas climáticas locales, regionales y nacionales.

A mi juicio, esta decisión constituye un reconocimiento explícito a labor realizada por agentes distintos a los Estados lo que incluye a los gobiernos locales y regionales así como a empresas y otros entes implicados en la política climática.

En materia de pérdidas y daños derivados del cambio climático se mantienen los compromisos de apoyo a los países más vulnerables pero “limitando” su vinculación a la “responsabilidad” de los países desarrollados, otro de los escollos que mantenían bloqueadas las negociaciones.

El acuerdo ha dejado sin incorporar algunas otras cuestiones importantes como la referencia específica a la “descarbonización” o “neutralidad de emisiones” conceptos muy relevantes teniendo en cuenta que para lograr el objetivo de los 2ºC todas las trayectorias consideradas necesitan de emisiones negativas para final de siglo. Desde mi punto de vista hubiera sido deseable que estos conceptos hubieran sido recogidos. Otros llamamientos un tanto vagos respecto a alcanzar “el techo de emisiones a la mayor brevedad posible” o el hecho de que los compromisos adquiridos no permitan, en la actualidad, llegar al objetivo establecido no son cuestiones menores y suponen un lastre importante de este acuerdo.

No obstante, incluso considerando este y otros lastres, que sin duda existen en el texto y sus anexos, el acuerdo adoptado en Paris marcará un hito muy importante en la política climática global y hace viable que los esfuerzos por limitar las emisiones de CO2 eviten que la temperatura supere el umbral de los 2ºC.

 

Dr. Ibon Galarraga

Investigador en BC3, Basque Centre for Climate Change

BC3

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